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.Ella ya lo conocía, pero me abstuve de preguntar las circunstancias que rodearon aquella estancia.Si quería hacerme partícipe lo haría a su debido tiempo y, en caso contrario, sería una de esas parcelas de intimidad que ni siquiera se cuentan a la persona de la que estás enamorada.Yo fui el primero en llegar, en transbordador, desde la península; ella utilizó un vuelo militar que esporádicamente une las dos ciudades.Pasé el tiempo hasta su llegada paseando arriba y abajo por el muelle de los pescadores, viendo cómo llegaban las barcas cargadas de pesca y descargaban las cajas cubiertas de hielo donde se adivinaban cangrejos, cigalas, sardinas, rodaballos… Las gaviotas se arremolinaban graznando estruendosamente a la espera de los pocos ejemplares que caían al agua, lanzándose sobre ellos y, a veces, capturándolos, antes de que llegaran a tocar la superficie del mar.Temeroso de que Claudia llegase y no me encontrase decidí volver al hotel.Entonces vi sobrevolar la ciudad, a la hora aproximada a la que me dijo que llegaría, un avión de las Fuerzas Aéreas.Allí me encontró, esperándola, como es de rigor en estos casos, y después de un discreto saludo en el recibidor del hotel subimos a nuestra habitación, donde permanecimos hasta bien entrado el mediodía.Satisfechos mutuamente el uno del otro comimos en un pequeño restaurante cercano, y, luego, sin mediar palabra, pues estaba todo acordado, nos levantamos y fuimos a coger el autobús que llevaba al cementerio de Ceuta, que no tiene el encanto y la majestuosidad del de Melilla.Aquí no hay esa profusión de tumbas en el suelo, sino largas hileras de nichos en bloques uniformes y clónicos.Sólo algún cenotafio rompe la monotonía de las largas calles trazadas a tiralíneas.Ya sabíamos adonde nos dirigíamos.Después de caminar y dar algunas vueltas entre las tumbas llegamos a una de las paredes del cementerio donde no se había levantado ningún bloque de nichos.Una pequeña cadena a un palmo del suelo cercaba aquel pedazo de tierra en el que crecían los hierbajos y se marchitaban ramos de flores y cintas con colores desvaídos.Estábamos ante la fosa común del cementerio de Ceuta.Claudia sacó de un bolsillo una pequeña caja donde guardaba la medalla que la nieta del capitán Gimeno le había dado unas semanas atrás, y con una delicadeza cargada de respeto se adentró un par de metros en la yerma superficie y extendió cuidadosamente la medalla en el suelo, donde reposaba en una tumba sin nombre, olvidado por todos, el capitán Pedro Gimeno Trester.El mismo capitán Gimeno que había defendido valerosamente la posición de Chemorra aún después de haber recibido la orden de rendirla, perdiendo en su defensa las tres cuartas partes de sus soldados… El oficial que optó por la rendición con la esperanza de que sus hombres sobrevivieran a costa de entregarse él mismo como prisionero y que pagó por ello con largos años de cautiverio, de tortura y de mutilación… fue fusilado el 17 de julio de 1936 por permanecer fiel al Gobierno establecido y, según constaba en su expediente, por «traidor a España».Sigo visitando a Miguel.Su enfermedad progresa lentamente y ya está confinado en una silla de ruedas pero mantiene intactas sus capacidades mentales.Me anima a que escriba este libro, a que les cuente a ustedes cómo se desarrollaron las cosas.Hemos hecho un pacto: yo acabaré el libro pero él tiene que leerlo.Aunque así lo hemos acordado los dos sabemos que no está en nuestras manos cumplir lo prometido.Cuando acabo un capítulo se lo entrego para que lo lea y me dé su opinión, aunque cada vez le cuesta más centrarse en la lectura.Aún le queda algo de ese humor brutal que le caracteriza y de vez en cuando todavía gasta bromas que le río con toda franqueza.Sólo le queda esperar, y yo ruego a Dios que su fin sea rápido y no tenga que cumplir la promesa que le hice…— FIN —Nota del autorLos hechos narrados en la posición de Chemorra son ficticios.Según El Expediente Picasso, esta posición estaba abandonada cuando ocurrieron los hechos desarrollados en la novela.El capitán Pedro Gimeno Trester nunca existió, ni ninguno de los soldados que la ocuparon.El final del capitán Gimeno está inspirado en el de otro oficial cuyo nombre oculto por respeto a su familia y que fue hecho prisionero en una posición que resistió heroicamente.Fue fusilado en los primeros días de la rebelión militar de 1936 por permanecer fiel a la República.Tengo un amigo detective que no se llama Max.Ha sido él quien me ha orientado acerca de los pasos que deberían seguirse para iniciar una búsqueda como la de la trama de la novela.Para él un saludo desde aquí.Y otro para otro amigo que trabaja en el Registro Civil y me contó cómo funciona.El Archivo Militar de Ávila me facilitó la información referida al traslado de los restos de la fosa común de Monte Arruit, un proyecto meticuloso y que confirma que todos los restos fueron llevados al Panteón de los Héroes en el Cementerio de La Purísima Concepción de Melilla.Algunos de los datos que utilizo en la conversación entre el protagonista y Claudia en el capítulo «La búsqueda» han sido sacados de la Revista de Obras Públicas, nos 3.381 y 3.409 de noviembre de 1998 y abril de 2001, respectivamente.Mi agradecimiento personal al teniente coronel de la X Bandera de la Legión, el señor Miguel Ballenilla y García de Gamarra, que desde su destino en Afganistán tuvo la amabilidad de esclarecerme algunas dudas y permitirme utilizar los datos publicados en su trabajo sobre el cementerio de Melilla y el Panteón de los Héroes.Me gustaría que este libro fuese un pequeño gesto para no olvidar.No olvidar a tantos y tantos Merencianos, Santos, Ramones, sargentos Nogués, tenientes Martín, cabos Caparros, Zagales… que protagonizaron uno de los sucesos más dramáticos de nuestra historia reciente y que yacen en un Panteón al otro lado del estrecho.Una última anotación.Cuando la novela ya estaba largamente empezada tuve acceso a una relación de los objetos encontrados en la fosa de Monte Arruit y que fueron guardados en un cofre metálico que se depositó junto a los restos en el Panteón de los Héroes.Entre los botones, monedas, insignias… había una botella.El autorVicente Ramón Gramaje Trilla (Valencia, 8 de marzo de 1961) es médico rural en un pueblo de Valencia de tres mil habitantes, Godelleta.Le apasiona viajar y leer, sobre todo novela histórica y relatos de viajes.Justamente fue una de estas lecturas, la de los sucesos ocurridos durante el verano de 1921 en lo que entonces era el Protectorado de Marruecos, la que le condujo a la escritura de la novela «Cuando leas esta carta», primera del autor, que ha obtenido el Premio Círculo de Lectores 2011 [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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