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.Disfrutaba de cada minuto.Aprendió a conocer el ganado.No por su nombre, pues sólo los bueyes de tiro lo tenían, sino por su altura, pelo y marcas, de manera que al recorrer con la mirada uno de los planteles sabía qué animales faltaban.Zama, la vaca vieja del cuerno torcido, ¿dónde está?—Nkosi —no usaba ya el diminutivo Nkosizana, "amito"-, ayer la llevé al establo de animales enfermos, tiene el gusano en el ojo.Aprendió a reconocer la enfermedad antes que comenzase.Por la forma en que el animal se movía y sostenía la cabeza.Aprendió a tratarla, con querosén vertido en el ojo hasta que los gusanos se desprendían como una lluvia de arroz.Oftalmía.enjuagar el ojo con permanganato.Ántrax y mal de caderas.una bala y una hoguera para quemar la osamenta.Ayudó a nacer a su primer ternero bajo las acacias en la orilla del Tugela.Lo hizo sin ayuda, con las mangas recogidas arriba de los codos y la sensación jabonosa del líquido en las manos.Después, cuando la madre lamió al animalito y este trastabillaba con cada lamida, sintió que se le apretaba la garganta.Todo esto no era suficiente para consumir su energía.Jugaba a la vez que trabajaba.Practicaba su equitación, saltaba de la montura y corría a la par del caballo, volvía a montar y saltaba por el otro lado, se paraba en la montura en pleno galope y caía a horcajadas, metiendo los pies en los estribos sin tener que buscarlos.Practicaba su puntería con el rifle hasta que pudo disparar sobre un chacal a la carrera a ciento cincuenta pasos y cortarle el cuerpo, del tamaño del de un fox—terrier, en dos partes con la gruesa bala.Aparte de esto hacía mucho del trabajo que Garrick debía hacer.—No me siento muy bien, Sean.—¿Qué te pasa?—Tengo la pierna paspada, ya sabes cómo se pone cuando ando demasiado a caballo.—¿Por qué no vuelves a casa?—Papá dice que tengo que arreglar el alambrado alrededor del bañadero Tres.—Garrick se inclinaba sobre el caballo para frotarse la pierna y le dirigía una leve sonrisa llena de valor.—Lo arreglaste la semana pasada - recordaba Sean.—Sí, pero.Los alambres volvieron a aflojarse.—Siempre había algo de poca permanencia en las reparaciones que hacía Garrick.—¿Tienes las tenazas de cortar alambre? —Garrick las sacaba de inmediato del saco de cuero a un costado de la montura—.Yo lo arreglaré —le decía Sean.—Gracias, hombre, gracias —y luego, con un leve titubeo—.No se lo dirás a papá, ¿no?—No.no tienes la culpa de tener mal la pierna.Así Garrick volvía a casa, entraba sigilosamente en su cuarto y huía, acompañado por Jim Hawkins, a meterse dentro de las páginas de La Isla del Tesoro.Este trabajo proporcionaba a Sean una nueva emoción.Cuando las lluvias teñían los pastos de verde y llenaban de agua las lagunas de la meseta, no era simplemente el signo del comienzo de la estación en que los pájaros hacían su nido y en que la pesca en el Baboon Stroom se volvía mejor.Quería decir que se podía trasladar el ganado del valle, quería decir que, las manadas transportadas a los corrales de venta de Ladyburg estarían gordas, quería decir que otro invierno había terminado y que la tierra estaba henchida de vida o de la promesa de vida.La nueva emoción abarcaba también al ganado.Era un sentimiento fuerte, casi violento, de posesión.Eran las últimas horas de la tarde.Sean estaba sentado de costado sobre su caballo, contemplando a través del terreno abierto, el vleiland, la manada que estaba diseminada allí pastando con las cabezas bajas, las colas levantadas.Entre ellos y Sean había un animal apartado del resto, un ternero, de unos tres días, todavía de un color pardo muy pálido, inseguro pobre sus patas.Estaba ensayándolas, corriendo en torpes círculos por el pasto corto.Desde la manada mugió una vaca y el ternerito se detuvo en seco, con las patas algo abiertas y las orejas alertas.Con una sonrisa, Sean tiró de las riendas de su caballo.Era hora de volver a casa.En aquel momento vio el lummergeyer que iniciaba ya su vuelo raudo hacia el ternero, grande y oscuro al caer del cielo, las alas desplegadas hacia atrás y las garras listas para el ataque.El viento silbó a su paso, tan raudo era su vuelo.Paralizado, Sean observaba.El águila tocó el lomo del ternero y Sean oyó el ruido de huesos al quebrarse, seco como el de palos.El animalito cayó al suelo, luchando débilmente contra el águila posada sobre él.Durante un segundo más Sean permaneció inmóvil, atontado por la rapidez fulminante de lo ocurrido.Entonces se apoderó de él el odio, con una violencia que le retorció el estómago.Golpeando al caballo con los talones salió al galope en dirección al águila.Al mismo tiempo le gritaba en un tono agudo e inarticulado, una expresión animal de su odio.El águila volvió la cabeza y con un ojo lo vio acercarse.Abrió entonces el pico amarillo, contestó con un graznido, aflojó las garras sobre el ternero y levantó vuelo.Las alas batían el suelo con pesadez y avanzó primero despacio, hasta ganar velocidad y alejarse de Sean.Sean sacó su rifle y obligó al caballo a bajarse sobre el anca.Se arrojó entonces de la montura y abrió el cerrojo del rifle.El águila estaba ya a cincuenta metros de distancia y subía rápidamente.Sean deslizó una bala en el caño, lo cerró y levantó el arma en un solo movimiento.Fue un tiro difícil.Su presa se alejaba y ascendía.Los movimientos de las alas le sacudían el cuerpo.Sean disparó.El rifle le golpeó el hombro y el humo se disipó al instante con el viento, lo cual le permitió ver el tiro al hacer impacto.El águila se desintegró en el aire, como una almohada, con vuelo de plumas, hasta caer con sus alas de un metro ochenta de extensión agitándose sin fuerza.Antes de que tocase el suelo Sean estaba ya corriendo.Estaba muerta cuando llegó.A pesar de ello, Sean tomó el arma del caño y agitándola por sobre su cabeza le asestó dos golpes.Al tercero la culata de su rifle se quebró, pero Sean seguía golpeando al águila muerta.Sollozaba de furia.El ternero estaba aún vivo.El rifle se le había atascado.Sean se arrodilló junto al animalito y llorando de enojo, lo mató con su cuchillo de caza.13Tan intenso era este nuevo sentimiento que hasta se sentía capaz de odiar a Garrick.No duró mucho.La furia y el odio en el caso de Sean eran sentimientos fugaces, como las llamas que consumen el pasto seco.Ardientes y altas, pero muy pronto agotadas, dejando luego cenizas que no arden.Waite no estaba cuando sucedió.Durante tres años consecutivos Waite Courteney había sido propuesto para la presidencia de la Asociación Ganadera y cada vez la había rechazado.Era suficientemente humano como para desear el prestigio que implicaba el cargo, pero también sabía que su chacra se perjudicaría mucho con sus ausencias frecuentes [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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