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.Abatido, pero no en extremo, Jack llegó a casa de los Bowman a las nueve menos cuarto.Todavía no era noche cerrada porque se acercaba el solsticio de verano, pero las luces interiores estaban encendidas, confiriendo a la casa lo que Jack suponía era el aspecto falsamente acogedor de un hogar feliz.Era una edificación impresionante, al igual que muchas otras en Newton, una estructura de dos alturas y media, de ladrillo pintado de blanco y con una serie de ventanas abuhardilladas dispuestas sobre el tejado.También al igual que las demás casas, disponía de una amplia extensión de césped, numerosos arbustos, grandes árboles y espaciosos parterres de flores.Bajo cada una de las ventanas de la planta baja se veía una jardinera repleta de flores.Junto al Hyundai de Jack había un Lexus, y dentro del garaje, según sabía Jack por Alexis, estaba aparcado el coche familiar de rigor.Nadie salió de la casa agitando una pancarta de bienvenida.Jack apagó el motor y por un instante contempló la posibilidad de dar media vuelta y marcharse.Pero no podía hacerlo, de modo que alargó la mano hacia el asiento trasero para coger su bolsa de viaje y se apeó.El sonido de los grillos y otras criaturas llenaba el aire.Aparte de aquellos sonidos, el vecindario parecía desprovisto de vida.Al llegar a la puerta principal, Jack miró a través de los vidrios laterales.Vio un pequeño vestíbulo con un paragüero, un pasillo y una escalera que conducía a la planta superior.No había rastro de personas ni se oía un solo ruido.Jack llamó al timbre, que en realidad era un carillón que se distinguía con claridad a través de la puerta.Casi de inmediato, una figura pequeña y andrógina bajó la escalera a la carrera.Llevaba pantalones cortos y una camiseta sencilla, e iba descalza.Era una niña rubia de tez muy blanca y límpida, con brazos y piernas de aspecto delicado.Abrió la puerta con ímpetu; a todas luces poseía un temperamento testarudo.—Tú debes de ser el tío Jack.—Sí, ¿y tú? —preguntó Jack al tiempo que sentía que el pulso se le aceleraba, pues ya le parecía ver ante sí a Támara, su difunta hija.—Christina —se presentó la niña—.¡Mamá, ha llegado el tío Jack! —gritó sin apartar los ojos verdosos de él.Alexis apareció al final del pasillo, la personificación de todo lo hogareño, ataviada con un delantal y enjugándose las manos con un paño a cuadros.—Pues dile que entre, Christina.Aunque por supuesto mayor, Alexis seguía siendo la bonita criatura que Jack recordaba de su infancia en South Bend, Indiana.No cabía duda de que eran hermanos.El mismo cabello color pajizo, los mismos ojos ámbar, los mismos rasgos definidos, la misma tez, que daba la impresión de que habían tomado el sol aunque no fuera así.Ninguno de los dos estaba nunca del todo pálido, ni siquiera en pleno invierno.Con una cálida sonrisa, Alexis se acercó a Jack y le dio un largo abrazo.—Gracias por venir —le susurró al oído.Todavía entre sus brazos, Jack vio a las otras dos niñas aparecer en lo alto de la escalera.No resultaba difícil distinguirlas, ya que a los quince años, Tracy le llevaba más de treinta centímetros a Meghan, de once.Como si no supieran qué hacer, empezaron a bajar la escalera muy despacio, titubeando a cada paso.Cuando se acercaron, Jack advirtió que sus personalidades eran tan dispares como sus estaturas.Los ojos azul celeste de Tracy mostraban un intenso fulgor descarado, mientras que los ojos avellana de Meghan rehuían la mirada de Jack.Éste tragó saliva.El movimiento de los ojos de Meghan sugería que era tímida e introvertida como lo había sido su hija Lydia.—Bajad y saludad a vuestro tío —las instó Alexis en tono amable.Cuando las chicas llegaron abajo, Jack se sorprendió ante la estatura de Tracy; era casi tan alta como él y le llevaba al menos diez centímetros a su madre.El siguiente detalle que advirtió fue que llevaba dos piercings visibles, uno junto a la fosa nasal, rematado con un pequeño diamante, y otro en el ombligo descubierto, un aro de plata.Su atuendo consistía en un top de algodón de mangas recortadas que se tensaba sobre sus pechos ya impresionantes, y unos pantalones de tiro bajo y aire morisco.Aquella ropa le confería una sensualidad provocativa que casaba a la perfección con la expresión descarada de sus ojos.—Éste es vuestro tío, niñas —lo presentó Alexis.—¿Cómo es que nunca nos habías visitado? —preguntó Tracy sin preámbulo alguno, las manos embutidas en los bolsillos de los pantalones con aire desafiante.—¿De verdad tus hijas murieron en un accidente de avión? —quiso saber Christina casi al mismo tiempo.—¡Niñas! —espetó Alexis, arrastrando la palabra como si tuviera seis sílabas en lugar de dos—.Lo siento, Jack.Ya sabes cómo son los niños.Nunca sabes lo que te van a soltar.—No pasa nada.Por desgracia, las dos preguntas son más que razonables.—Jack miró a Tracy de hito en hito—.Si quieres podemos hablar de ello mientras esté aquí; intentaré explicarte por qué nunca había venido.—Luego se volvió hacia Christina y añadió—: En respuesta a tu pregunta, sí, perdí a mis dos preciosas hijas en un accidente de avión.—Bueno, Christina —intervino Alexis—.Puesto que eres la única que ha acabado los deberes, ¿por qué no acompañas al tío Jack al dormitorio del sótano? Tracy y Meghan, volved arriba y acabad los deberes.Jack, supongo que no has cenado.Jack negó con la cabeza [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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