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.Pero perdió el valor cuando llegó el momento oportuno, ya que se dio cuenta muy pronto de que Herodes era muy capaz de matarlo si trataba de extorsionarlo, y de presentar testigos en el sentido de que el golpe había sido dado en defensa propia.El cochero era una de esas personas cuyos pensamientos embrollados envuelven a todos en dificultades, y a ellas mismas antes que a nadie.Herodes conocía los probables refugios del individuo en Roma y, sin darse cuenta qué era lo que había en juego, pidió a los funcionarios de la ciudad que lo arrestasen.Lo encontraron y lo llevaron ante el tribunal, acusado de robo, pero el nombre reclamó su privilegio de liberto de apelar ante el emperador, en lugar de ser sentenciado sumariamente.Y agregó:—Tengo que decirle algo al emperador, que se refiere a su seguridad personal.Es lo que escuché en una ocasión en que guiaba una carroza por el camino de Capua.El magistrado no tuvo otra alternativa que enviarlo, bajo escolta armada, a Capri.Por lo que ya he dicho en cuanto al carácter de mi tío Tiberio, se podrá adivinar qué actitud mostró cuando leyó el informe del magistrado.Si bien advirtió que el cochero debía haber escuchado alguna conversación pérfida de Heredes, no quería todavía saber con precisión de qué se trataba.Era evidente que Heredes no pertenecía al tipo de hombres que hacen afirmaciones peligrosas al alcance del oído de un cochero.De modo que mantuvo a éste en la cárcel, sin interrogarlo, y dio órdenes al joven Gemelo, ahora de diez años de edad, de vigilar atentamente a su preceptor, y de informarle acerca de toda palabra o acción de éste que pareciera tener algún significado traicionero.Entre tanto Herodes se mostró ansioso ante la demora de Tiberio en interrogar al cochero, y conservó respecto del asunto con Calígula.Decidieron que nada había sido dicho por Herodes, en la ocasión a que el cochero en apariencia se refería, que no pudiera ser explicado.Si el propio Herodes insistía en una investigación, Tiberio se mostraría más inclinado a aceptar literalmente lo de la «espada de madera».Porque Herodes diría que habían estado hablando de Patas Amarillas, un famoso espadachín que se había retirado desde entonces, y que no hacía más que felicitar a Calígula por sus habilidades de esgrimista.Herodes advirtió entonces que Gemelo se comportaba en forma muy sospechosa, que fisgoneaba y aparecía en sus habitaciones en los momentos más extraños.Le resultó claro que Tiberio lo había puesto a vigilarlo.De modo que se presentó una vez más ante mi madre y le explicó todo el caso, rogándole que insistiese en el juicio del cochero en su favor.La excusa era de que quería ver al hombre castigado por su robo y por su ingratitud, ya que Herodes le había concedido voluntariamente su libertad el año anterior.No había que decir nada en cuanto a las revelaciones que el hombre intentaba hacer.Mi madre hizo lo que Herodes quería, escribió a Tiberio, y, luego de la habitual demora prolongada, recibió una carta.Se encuentra ahora en mi poder, de modo que puedo citar las palabras exactas.Por primera vez Tiberio iba directamente al grano.«Si este cochero quiere acusar a Herodes Agripa falsamente de alguna afirmación pérfida, a fin de encubrir sus propias fechorías, ya ha sufrido lo suficiente por su locura, con su largo encierro en mis celdas no muy hospitalarias de Miseno.Pensaba soltarlo después de advertirle contra toda tentativa de apelar a mí en el futuro, cuando fuese sentenciado en algún tribunal inferior por algún delito trivial, como una ratería, por ejemplo.Soy demasiado viejo y estoy demasiado atareado como para molestarme con apelaciones tan frívolas.Pero si me obligas a investigar el caso, y resulta que en realidad se hizo una afirmación traicionera, Herodes lamentará haber provocado el asunto, porque su deseo de ver castigado a su cochero con severidad habrá atraído sobre él mismo un castigo severo.»Esta carta hizo que Herodes se sintiera tanto más ansioso de hacer juzgar al hombre, y en su propia presencia.Silas, que había llegado a Roma, quiso disuadirle de ello, aplicando el proverbio: «No te entrometas con Camarina».(Cerca de Camarina, en Sicilia, había unos pantanos pestilentes, que los habitantes drenaban por motivos higiénicos.Esto expuso a la ciudad al ataque; fue capturada y destruida.) Pero Herodes no quiso escuchar a Silas; el anciano se había vuelto muy aburrido después de cinco años de prosperidad ininterrumpida.Muy pronto se enteró de que Tiberio, que se encontraba en Capri, había dado órdenes de que la enorme casa de campo de Miseno, aquella en la cual murió más tarde, fuese preparada para recibirlo [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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