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.Otras veces, mis pensamientos eran muy distintos.Recordé la firmeza con que me había expresado ante Rankeillor y ante Stewart; reflexionaba que mi cautiverio en el Bass, un lugar que podía verse desde casi todos los puntos de las costas de Fife y Lothian, iba a ser más atribuible a mi invención que a la realidad.Y, por lo menos, a los ojos de estos dos caballeros, pasaría por un jactancioso y un cobarde.Quizá ahora tomaba esto un poco a la ligera, diciéndome que en tanto fueran buenas mis relaciones con Catriona Drummond, la opinión del resto de los hombres no era sino música celestial y agua pasada; y caí entonces en esos ensimismamientos del amante que son, en su propia opinión, exquisitos, pero que siempre resultan tan sorprendentemente bobos a un lector.Mas pronto me vino otro temor; me sacudía un verdadero pánico, alimentado por mi amor propio, y la supuesta severidad de estos juicios se me presentaba como una injusticia insoportable.Y esos pensamientos me venían aparejados con otros, pues apenas había comenzado a sentir el peso del juicio de los hombres sobre mí, cuando me acosó la memoria de James Stewart en su calabozo y de los lamentos de su esposa.Entonces me llené de coraje.No podía perdonarme el permanecer con los brazos cruzados; me pareció que, si quería tenerme por un hombre, era necesario que rechazara la seguridad de este sitio, saliendo de aquí a nado o volando; y era en esos momentos, y para acallar mis escrúpulos, cuando me aplicaba con todo ahínco a ganarme la benevolencia de Andie Dale.Por fin, una mañana llena de luz en que nos hallábamos solos en lo alto del peñón, le dejé caer una alusión referente a un soborno.El me miró, echó la cabeza atrás y se puso a reír a carcajadas.—Vaya, esto os hace mucha gracia, señor Dale —dije—, pero quizá, si dais un vistazo a este papel, la cosa cambie.Los estúpidos highlanders no me habían quitado, al apresarme, más que el dinero en moneda; y el papel que ahora mostraba a Andie era un recibo por una suma considerable, a cargo de la British Linen Company.El lo leyó.—Vaya —dijo—, no estáis mal cubierto.—Pensé que esto os haría cambiar de opinión —insistí.—¡Alto ahí! —exclamó—.Ya veo que estáis en posición de sobornar, pero yo no soy de los que se dejan sobornar.—Bien —dije—.Vamos a verlo más despacio.Primero os demostraré que sé de lo que estoy hablando.Tenéis orden de tenerme aquí hasta después del jueves, 21 de septiembre.—No andáis muy descaminado —reconoció Andie—.Debo dejaros partir, salvo que se me ordene otra cosa, el sábado, 23.Me di buena cuenta de que había algo extremadamente insidioso en este arreglo.El hecho de que hubiera de presentarme justamente a tiempo de llegar demasiado tarde desacreditaría tanto más mis declaraciones, si es que ya entonces me seguía empeñando yo en hacerlas; esto renovó mi coraje ante la lucha.—Vamos, Andie, vos ya conocéis el mundo; escuchadme y haceos vuestras cuentas mientras me oís —dije—.Sé que hay gente de mucho peso en el asunto, y no me cabe duda de que todo esto lo hacéis en su nombre.He visto a algunos de ellos personalmente desde que se inició este caso, y he hablado además con ellos cara a cara.Pero, ¿qué clase de crímenes puedo haber cometido, o qué clase de proceso es éste en el que he caído? Soy apresado por unos highlanders desharrapados el 30 de agosto, me llevan hasta un montón de viejas piedras que otrora quizá fueron pero que hoy no son ni fuerte ni cárcel, sino, a lo más, la casa del guardabosque del peñón del Bass; y soy de nuevo puesto en libertad el 23 de septiembre, tan en secreto como me habían apresado.¿Veis la ley por alguna parte en todo esto? ¿Os suena a cosa legal, o no os parece, más bien, algo que sea parte de una baja y sucia intriga, que avergüenza a los mismos que se han mezclado en ella?—Yo no voy a contradeciros, Shaws.Sí aparenta ser algo bajo cuerda —reconoció Andie —.Y si esta gente no me parecieran buenos whigs y presbiterianos de pura cepa, ya les habría mandado yo a paseo más allá del Jordán y a la otra parte de Jerusalén, y yo no habría metido mano en el asunto.—¿Así que el señor de Lovat es un verdadero whig y un probo presbiteriano? —exclamé.—Yo no sé nada de él —respondió Andie—.No he tratado con los Lovats.—No, habéis tratado con Prestongrange —repuse yo.—Ah, no os lo voy a decir.—Ni es necesario, cuando ya lo sé —repliqué.—Hay algo de lo que podéis estar bien seguro, Shaws —dijo Andie—, y es esto: que (hagáis lo que hagáis) no trataré con vos, —y añadió— ni ahora ni nunca.—Bien, Andie, veo que tendré que hablaros sin rodeos —le dije.Y, en pocas palabras, le hice una relación de todo el caso.Me escuchó del principio al fin con seriedad y atención, y, cuando hube terminado, dio muestras de ponderarlo por un instante.—Shaws —dijo por fin—, voy a hablaros sin tapujos [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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