[ Pobierz całość w formacie PDF ]
.Monseñor amaba tiernamente a los que le servían, poniendo después de Dios, todo su amor en ellos.Deseaba tanto mi remedio como si dél resultase el suyo; y, para probar si pudiera arrimarme a cosas de virtud, jugaba al amagar y no dar, quitándome las ocasiones y deseo de derramarme en exterioridades.De sus niñerías, cuando las comía, partía conmigo: «Guzmanillo, esto te doy por treguas, en señal de paz.Conténtate con este bocado y sé mozo de buen término que el agasajo vendrá luego.»Decíalo sonriéndose con alegre rostro, sin reparar que estuvieran en su mesa nobles ni señores.Era humanísimo caballero, trataba y estimaba a sus criados, favorescíalos, amábalos, haciendo por ellos lo posible, con lo que todos le amaban con el alma y servían con fidelidad; que sin duda el amo que honra, el criado le sirve, y si bien paga bien le pagan.Por no dejarme solo, expuesto a la tentación de las mujeres de loco vestir y descaradas palabras que merodeaban de noche bajo nuestras ventanas, se tendía en mi lecho y me regalaba con los preces y bendiciones de su breviario.La envidia de otros pajes a mi estado de gracia coaligó contra mí el infundio y falseo.Motejándome de ladrón descubrieron mis malas inclinaciones de tahúr capaz de poner los propios vestidos en cobro, murmuraron de mis correrías y andanzas de nocherniego.Viéndome un día con sólo un juboncillo y zaragüelles, Monseñor, con el rostro encapotado, me despidió de su servicio para ponerme a prueba y por muy que quedara con el alma partida y me enviara después mensajeros con toda guisa de señuelos significando lo mucho que me quería y sufría de mi ausencia, hice oídos de mercader y no escuché sino mi despecho: estendíme como ruin, quedéme como ruin y fui ingrato a las gracias y beneficios de Dios, que por las manos de aquel santo varón de mi amo, me hacía.¡Qué desleal a la caridad con que fui servido! ¡Qué sordo a las graves y prudentes razones con las que fui reprehendido! ¡Qué ciego a sus donaires y obras! Las desenvueltas travesuras de Monseñor manifestaban su condición real, heredada del Padre verdadero, de hacer bien y más bien a los tales como yo.Volví así a mi vida al descubierto, portamantas a cuestas, y aunque curaba de sacar las brasas con mano de gato y traía más rabos que un pulpo, mi dañada intención me arrastraba a nuevos lances y atolladeros.¡Mejor ser ignorante como un buey de cabestro que un burro cargado de ciencia!: mis pretensiones de figurar como el que no era me hicieron caer en la red y dar con los huesos en ese hospital con rejas al que llevan a tumbos la ruindad y la pobreza.Mostróse riguroso el escritor con mi soberbia y terquedad.A fin de castigarme a cuerno tuerto, luego de casarme con cascabeles, me graduó de alcahuete y me hizo vender a bola vista lo que no tiene ni debería tener precio: se decía sin rebozo ni máscara que yo traía sosiego con mi mujer a un rico comendador y él me traía a mí hecho un Adonis, pulido, galán y oloroso, por mi buena solicitud a sus deseos.La pena que yo tenía era verme apuntar el bozo y barbas y que me daban con ello en ellas; y como a los pajes graciosos y de privanza toca ser ministros de Venus y Cupido, cuanto más cuidado ponían los otros en componerme y aderezarme, tanto más crecía en ellos su desdén a mi comercio.Pero como todo en nuestra feria es cuchillo de dos tajos, me daba poco ser de manchadas costumbres y enlodado con lenguas.Mi creador proseguía mi ajetreada vida peldaño a tramo, siempre cuesta abajo.Hurté, consentí, mercadeé la natura de mi mujer, volví al juego, di saltos de vago, caí preso, fui condenado a galeras.Aunque escalé el valimiento del cómitre, por haberme hallado igual a todo su deseo, y con el amor que me tenía no me impusiera la dura servidumbre del remo, mis astas y mi coleta alimentaban la burla y la malquerencia: mi linaje cobarde y suaves maneras estaban en boca de todos.Mas lo que a la verdad azuzaba mi temor y congoja era el célere correr de los pliegos impresos: veía acortarse la distancia que me separaba del final de la Segunda Parte de mi vida, sin grandes esperanzas de que mi creador acometiese la tercera.¿Cómo podía rebelarme contra un destino trazado en muy concertada trama? Mi odio al escritor y los que se holgaban con la lectura de mis desdichas era tan recio como el que él profesaba al Hacedor de la gran fábrica del universo.Como el Júpiter —llamémosle así por elemental cautela— que alegróse, se dice, de ver la belleza del orbe con sus astros y constelaciones, él se afanaba, con el docto saber y mucha librería de los que quieren ser tenidos por sabios, en rematar la novela sin parar mientes en que al hacerlo me devolvía a la nada de que salí en su comienzo; y, como el asno creado con anterioridad a Adán, yo ardía por dar saltos y ensuciar el libro con la rociada propia dél, dejando puerco e inmundo el espacio del discurso en que me metió [ Pobierz całość w formacie PDF ]
|
Odnośniki
|