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.El partido mandaba la retirada y a todos los que estábamos en el monte nos irían pasando a Francia poco a poco.Mientras tanto, nada de grandes acciones porque ya habían muerto demasiados compañeros.Me contaron que la gente se quedó de una pieza, porque decir que nos retirábamos y que se acababa el maquis era como decir que nos habían vencido la Guardia Civil y los franquistas.Muchos hombres no durmieron y otros lloraban, pero como la cosa no era de hoy para mañana, se pensaba que ya veríamos lo que sucedería con el tiempo.En junio el tal Gros y los que venían de Francia se presentaron en nuestro sector.Nuestro jefe entonces era Militar Rubio y él mismo nos dijo que estos de Francia venían a organizar las cosas pero también a ajustar cuentas con los que se habían saltado alguna línea del reglamento.Los hombres estaban nerviosos y no era para menos porque, nada más llegar, ya hubo la primera pelotera entre Militar Rubio y Gros.Le dijo éste que Santiago Carrillo le había dado la orden de tomar la dirección del AGLA porque los hombres que el partido había mandado al maquis estaban todos muertos.Militar Rubio le contestó que allí estamos todos vivos y que no pensaba dejar el mando porque allí los hombres le apoyábamos, y era verdad.El de Francia replegó velas porque se dio cuenta de que podía meterse en un lío del que no había salida, porque una cosa es dar las órdenes en un despacho y otra distinta meterse en el monte con unos tíos muy baqueteados y decirles que hagan algo que no quieren hacer.Bueno, pues el jetazo y sus hombres se quedan en nuestro campamento algunos días.En eso que una madrugada estoy durmiendo y me llega Francisco sin hacer ruido y me dice:—Despierta, Pastora, pero no hables fuerte ni metas bulla.Me senté y me restregué los ojos que tenía llenos de telarañas.Francisco estaba muy nervioso, a cada tanto se hacía crujir los dedos de la mano derecha con la otra mano.Se sentó a mi lado y me miraba con los ojos salidos como si se hubiera vuelto loco.—Escúchame bien lo que te voy a decir porque a ti también te interesa.Hace un rato me han despertado porque Militar Rubio y el jefe de Francia querían hablar conmigo.Estaban sentados muy serios el uno al lado del otro y enseguida he entendido que iban a hacerme como una especie de juicio.El tío ése, el tal Gros que no conocemos de nada, va y me dice que creen que, a lo mejor sin quererlo, yo he pasado información a la Guardia Civil por medio de las masoveras del mas de las Morenas.Han dicho que la Guardia Civil siempre sabía cuántos hombres íbamos a salir en un batallón y que eso no es normal si no ha habido indiscreciones.—Pero tu.—Escúchame, Pastora, y calla, que lo que te estoy contando es muy gordo.Después va y dice Gros que él no se acaba de creer que yo haya pasado información al enemigo y que confía mucho en mí.Luego coge unos papeles y me dice que, para demostrarme esa confianza que me tiene, tú y yo tenemos que llevar unos documentos al sector XXIII, dárselos a Eduardo y volver después.Yo le digo que no hay problema, pero entonces el tío dice que para cuando volvamos de esa misión nos tendrá que interrogar sobre las circunstancias de la muerte del compañero Ricardo en aquella acción.Te acuerdas, ¿no?Claro que me acordaba, al compañero Ricardo lo mató la Guardia Civil en una misión en la que nosotros tuvimos algo que ver.Corrieron rumores de que lo habíamos dejado a él y a los que iban en la misión solos por el monte sin hacerles de guía hasta el sector que buscaban, con tan mala fortuna que cuando iban a su aire él y sus compañeros buscando el camino, la guardia civil asaltó por sorpresa la expedición.Le dieron, iba herido y los compañeros hicieron un sálvese quien pueda y quedó abandonado.Así que parecía que había varias cosas que habíamos hecho mal.Militar Rubio, nuestro jefe, no quiso entrar al trapo enseguida, pero desde el principio nos dijo que más adelante se vería de quién había sido, parte por parte, toda la responsabilidad.Francisco siempre tuvo miedo de que le cargaran el muerto a él y aquella noche con más motivo.A mí también hubiera podido caerme un poco de culpa porque como siempre hacía de guía y señalaba los caminos que me parecían mejor.Aunque bien les aseguro que nosotros no tuvimos culpa ninguna porque.Pero ahora no estoy en eso, sino sólo contando lo que pasó aquella madrugada tan importante en que Francisco me despertó.—¿Tú qué dices, Pastora?—¿Yo?, ¿y qué quieres que diga yo?—He oído muchas cosas desde que llegaron de Francia esos tíos, y tú también las has oído: compañeros a los que mandan a misiones y no vuelven más.Ya viste cómo a Gros intentaron matarlo metiéndole una bomba en la tienda de campaña, ¡y eso han sido los propios compañeros! Es un bicho y nadie lo quiere bien.—Sí, pero ¿qué podemos hacer? Si nos manda que llevemos esos papeles habrá que llevarlos, ¿no? Y si al volver nos preguntan por lo del compañero Ricardo pues habrá que contestar.—Yo me largo, muchacho, porque me huele que me preparan algo y de esa misión no regresaré.—¡Pero eso es desertar! Y tú mismo me has dicho mil veces que la deserción es lo peor del mundo [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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