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.2El sudor enfriaba su cuerpo a través de la fina sábana.En su sueño, estaba en la necrópolis de Midian y el viento la azotaba por entre sus avenidas, desde todas las direcciones a la vez —norte, sur, este y oeste— helándola mientras fustigaba su pelo en torno a su cabeza y le recorría la blusa.El viento no era invisible.Tenía textura, como si arrastrase un peso de polvo y las motas fuesen directamente a sus ojos y a su nariz, abriéndose camino entre su ropa interior y su cuerpo por las mismas rutas.Sólo cuando el viento la cegó completamente se dio cuenta de lo que era: los restos de los muertos, de los muertos antiguos, volando con vientos contrarios desde pirámides y mausoleos, desde criptas y dólmenes, osarios y hornos crematorios.Polvo de féretros y cenizas humanas, huesos desmigajados, todo volando hacia Midian y ocultando sus encrucijadas ante ella.Sintió a los muertos en su interior.Detrás de sus párpados, en la garganta, arrastrándose hacia su útero.Y a pesar del frío y de la furia de la tormenta, no le daban miedo ni deseaba expulsarlos.Veía su calor y su feminidad y no los rechazaba.—¿Dónde está Boone? —preguntó en sueños, convencida de que los muertos lo sabrían.Al fin y al cabo, él era uno de ellos.Sabía que no estaba lejos de ella, pero el viento se hacía cada vez más fuerte y la azotaba desde todas direcciones, ululando alrededor de su cabeza.—¿Boone? —volvió a decir—.Quiero a Boone.Dádmelo.El viento la oyó.Su aullido se volvió más alto.Pero alguien estaba cerca, impidiéndole oír la respuesta del viento.—Está muerto, Lori —dijo la voz.Intentó ignorar aquella estúpida voz y concentrarse en la interpretación del viento.Pero había perdido el hilo de la conversación y tuvo que volver a empezar.—Es a Boone a quien quiero —dijo—.Tráemelo.—¡No!Otra vez la maldita voz.Lo intentó por tercera vez, pero la violencia del viento se convirtió en otra violencia.La estaban sacudiendo.—¡Lori, despierta!Se aferró al sueño del viento.Tal vez todavía pudiera decirle lo que necesitaba saber, si podía resistir el asalto de la consciencia durante un momento más.—¡Boone! —llamó otra vez, pero los vientos se alejaban de ella llevándose a los muertos consigo.Sintió su roce cuando salían de ella, de sus venas y sus sentidos.Fuera cual fuese su conocimiento, se lo estaban llevando consigo.Ella no podía retenerlos.—¡Lori!Se habían ido, todos se habían ido, arrastrados por la tormenta.Sólo le quedaba abrir los ojos, sabiendo que encontraría a Sheryl ante ellos, hecha de carne y hueso, sentada al borde de la cama y sonriéndole.—¿Una pesadilla? —le preguntó.—No, no exactamente.—Le estabas llamando.—Ya lo sé.—Tendrías que haber salido conmigo —dijo Sheryl—.Despojarte de su recuerdo.—Tal vez.Sheryl estaba radiante.Estaba claro que tenía noticias que darle.—¿Has encontrado a alguien? —inquirió Lori.La sonrisa de Sheryl se convirtió en una mueca.—¿Quién lo iba a pensar? —dijo—.Mamá, tenía razón después de todo.—¿Era él?—Era él.—Cuéntame.—No hay mucho que contar.He salido buscando un bar y allí he conocido a este chico fantástico.¿Quién lo iba a pensar? —repitió—.¡En medio de estas malditas praderas! El amor viene a mi encuentro.Su excitación era una dicha que compartir.Apenas podía contener su entusiasmo mientras le hizo a Lori un relato completo del romance nocturno.El nombre del hombre era Curtís, un banquero nacido en Vancouver, divorciado y recién trasladado a Edmonton.Según ella, eran tal para cual: signos astrológicos, gustos de comidas y bebidas, origen familiar.Y mejor aún, aunque habían hablado durante horas, él no había intentado convencerla de que se desnudase.Era un caballero: hablaba bien, era inteligente y anhelante de la sofisticada vida de la Costa Oeste, a la que pensaba volver cuando encontrase su compañera ideal.Quizás ella fuese esa persona.—Volveré a verle mañana por la noche —dijo Sheryl—.Y si las cosas van bien quizá se quede unas semanas.—Irán bien —repuso Lori—.Te mereces buenos tiempos.—¿Volverás a Calgary mañana? —preguntó a Lori.—Sí —fue la repuesta que dictó su mente.Pero el sueño estaba todavía ante ella, contestando de modo distinto—.Creo que primero volveré a Midian —dijo—.Quiero ver ese sitio otra vez.Sheryl frunció el ceño.—Por favor, no me pidas que te acompañe —le dijo—.No me apetece otra visita.—No te preocupes —contestó Lori—.Me hace ilusión ir sola.X.SOL Y SOMBRAEl cielo estaba despejado de nubes sobre Midian y el aire era efervescente.Todo el desasosiego que había sentido durante su primera visita había desaparecido.Aunque aquélla seguía siendo la ciudad en la que había muerto Boone, ella no podía odiarla.Era más bien al contrario: la ciudad y ella eran aliadas, pues ambas estaban marcadas por el paso de aquel hombre.No había venido a visitar la propia ciudad, sino el cementerio, y no le decepcionó.El sol refulgía sobre los mausoleos y las agudas sombras embellecían su factura.Incluso la hierba que brotaba entre las tumbas tenía un tono verde más brillante en aquel día.No soplaba el viento de ningún punto cardinal, ni el aire tempestuoso que en su sueño arrastraba a los muertos.En el interior de los altos muros había una quietud extraordinaria, como si el mundo exterior no existiese.Aquél era un lugar sagrado para los muertos, que no eran los que habían cesado de vivir, sino que se convertían casi en otra especie y requerían ritos y oraciones que les pertenecían únicamente a ellos.Estaba rodeada por todas partes de aquellos signos: epitafios en inglés, francés, polaco y ruso, imágenes de mujeres cubiertas con velos y urnas diseminadas, santos sobre cuyos martirios ella sólo podía conjeturar, perros de piedra sobre las tumbas de sus amos, todo el simbolismo que acompañaba a aquella otra gente.Y cuanto más exploraba, más se sorprendía planteándose la misma pregunta del día anterior: ¿por qué era tan grande aquel cementerio? ¿Y por qué había tantas nacionalidades distintas en las tumbas que iba examinando? Pensó en su sueño, en el viento que había venido desde todos los puntos cardinales de la tierra.Era como si aquel sueño hubiera tenido algo profetice.La idea no le preocupaba.Si el mundo funcionaba así —a base de presagios y profecías—, entonces habría al menos un sistema, y ella había vivido demasiado tiempo sin tener ninguno.El amor le había fallado, quizás esto no le fallara.Pasó una hora errando por las silenciosas avenidas hasta alcanzar el muro posterior del cementerio [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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