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.Los ghouls se reunirán con los muertos vivientes desde cualquier lugar cercano, aunque no puedo adivinar de dónde han venido estos desgraciados.—No importa de dónde vienen —dijo Danica pugnando con dificultad por ponerse en pie—.Sólo eso, que han muerto, y seguirán muertos esta vez.Vayámonos.Cadderly y los enanos pueden estar en problemas más adentro.—No puedes ir —insistió Newander, cogiéndole el brazo y poniéndole una mano en el hombro.Danica lo miró fijamente.—Mis conjuros casi se han terminado —explicó el druida—, pero tengo algunos bálsamos que pueden curar tus heridas y un conjuro curativo que puede anular cualquier veneno que te hayan inoculado.—No tenemos tiempo —arguyó Danica soltándose—.Excepto por el neutralizador de veneno.Mis heridas no son tan serias y podemos necesitar eso antes de que todo esto acabe.—Entonces, déjame sólo un momento para tratar tus heridas —replicó Newander, al admitir lo que concernía al conjuro pero inflexible ante la posibilidad de que no se le limpiaran los zarpazos.Sacó una bolsita—.Podrías necesitarme, Lady Danica, pero no entraré contigo si no me dejas curar tus heridas.Danica no quería retrasos, pero no dudó de las intenciones del testarudo druida.Se arrodilló ante Newander y extendió los brazos lastimados ante él.A pesar de su terquedad, tuvo que admitir que el dolor de los cortes disminuyó mucho en el instante en que el druida aplicó los ungüentos.Se pusieron en camino de nuevo, Newander llevaba la antorcha y su bastón, y Danica las dagas con manchas oscuras de sangre seca de ghoul, y el más reciente miembro de la partida, Percival, nervioso y tapado cerca de los hombros y el cuello de la chica.20Oh, hermano, mío hermanoMío hermano! —sollozó Iván, cayendo sobre el postrado Pikel—.¡Oh, mío hermano! —se sorbió los mocos y lloró abiertamente mientras mecía la cabeza de Pikel entre sus manos.Cadderly no tenía palabras para consolar a Iván.Por supuesto, estaba casi tan emocionado como el enano.Pikel había sido un apreciado amigo, siempre presto a escuchar su última idea loca, y siempre agregaba un enfático «¡Oo oi!» para que se sintiera bien.Cadderly no había conocido la angustia de un amigo muerto.Su madre murió cuando él era muy pequeño y no lo recordaba.Vio a los clérigos de Ilmater y a los glotones muertos en la cocina, pero para él, sólo eran caras distantes y desconocidas.Ahora, al mirar al querido Pikel, no sabía cómo debía sentirse, ni qué debía hacer.Parecía un juego macabro, y por primera vez en su vida entendió que algunas cosas estaban más allá de su poder de control o de cambio, de que todo su raciocinio, su inteligencia, al fin y al cabo parecían tan sólo una pequeña cosa.—Debería haber sido un druida —dijo Iván en voz baja—.Siempre fue mejor bajo el cielo que bajo tierra.—Iván soltó un gran sollozo y hundió la cabeza en el pecho de Pikel, mientras sus hombros se agitaban incontrolablemente.Cadderly podía entender el dolor del enano, pero, sin embargo, estaba sorprendido de que Iván fuera tan abiertamente emotivo.Se preguntó si en su interior había algún problema por no caer sobre Pikel como había hecho Iván, o si el amor de Iván por su hermano era mucho mayor que sus propios sentimientos por el enano.Decidió dejar de pensar en ello.No importaba lo angustiosa que era la muerte de Pikel, si no se apresuraban y cerraban la botella, muchos otros compartirían un destino similar.—Debemos irnos —dijo Cadderly a Iván con suavidad.—¡Cierra la boca! —rugió Iván, al borde de la violencia, sin apartar la vista de su hermano.La respuesta cogió a Cadderly por sorpresa, pero siguió sin comprender la naturaleza del pesar, no supo si era Iván que actuaba molesto o si era él.Cuando el enano, al final posó su mirada en él, las lágrimas perlaban su cara contorsionada y el joven sospechó lo que se le venía encima.—La maldición —murmuró sin aliento.Hasta donde alcanzaba a entender, la maldición potenciaba las emociones propias.En apariencia, la maldición había encontrado un agarre en la amargura sincera de Iván, un resquicio en la constitución resistente a la magia del duro enano.Se temió que Iván estaba cayendo bajo su influjo.Los gimoteos aumentaban a cada instante que pasaba; casi no podía respirar, de tan violento que era su sollozo.—Iván —dijo con tranquilidad, al acercarse posó una mano sobre el hombro del enano—.No podemos hacer nada más por Pikel.Vámonos ahora.Tenemos otros asuntos que atender.Iván lanzó una mirada agria a Cadderly y apartó sus manos de malas maneras.—¿Quieres que lo abandonemos? —gritó el enano—.¡Mío hermano! ¡Mío hermano muerto! No, no me voy, no me iré nunca.Al lado estaré de mío hermano.¡Me quedaré aquí y mantendré mío Pikel caliente!—Está muerto, Iván —dijo Cadderly entre crecientes sollozos—.Se ha ido.No puedes mantener la calidez de su cuerpo.No puedes hacer nada por él.—¡Cierra la boca! —rugió Iván de nuevo, mientras agarraba el hacha.Cadderly pensó que el enano tenía la intención de cortarlo en rodajas, temió que lo culpara por lo que le había pasado a Pikel, pero nunca encontró la fuerza necesaria para levantar la pesada arma y en lugar de eso se dejó caer sobre su hermano [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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