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.Capítulo 78Esa noche fría de marzo, en un lugar de la ciudad.Toc, toc, toc.¿Es la puerta de su habitación la que suena? ¿Quién es?Paula se sobresalta.Estaba dormida.Por un momento creyó que alguien llamaba en su sueño.Aunque no recuerda casi nada, aquel sonido era demasiado real.Y tanto, ¡como quien está pasando de verdad…!Mercedes abre la puerta y entra en la habitación.A continuación, enciende la luz.—¿Mamá! ¿Qué haces? —protesta la chica, cegada, encogiendo los ojos.—¿Estás dormida?—Estaba, pero me has despertado.¿Qué pasa?Su madre tiene una expresión extraña en la cara.—Dímelo tú.—¿Yo? ¿Qué quieres que te diga? —pregunta sorprendida.—Pues me gustaría luego que me aclararas quién es el chico que está hablando abajo con tu padre y a qué ha venido.—¿Un chico? ¿Qué dices?—Pues lo que oyes.Es un chico mayor.No ha dicho su nombre.Se ha presentado diciendo que es amigo tuyo.¡No se lo puede creer! ¡Ángel se ha vuelto loco! ¿Cómo se le ha pasado por la cabeza ir a verla a casa? ¡Y de noche! ¡Muy de noche! ¿Qué hora es? ¿Las once, las doce?Paula se incorpora y, mientras se peina nerviosa con las manos, busca en el armario algo decente que ponerse.No puede salir en pijama.—Le has dicho que espere, ¿no?—Sí.Aunque tu padre le ha repetido una vez tras otra que no son horas para hacer una visita, el chico ha insistido todavía más.Ha dicho que es urgente.Que o habla contigo o duerme en el portal de la casa.La chica suelta una carcajada.¡Definitivamente su novio ha perdido los papales! ¿Qué pasará tan importante como para que ángel esté dando ese paso tan decisivo en la relación?—No le veo la gracia.—Perdona, mamá.No me reía de ti.Mercedes se relaja un poco.Ha sido todo tan repentino que no sabe muy bien cómo reaccionar ante este visitante imprevisto.De la incredulidad pasó al enfado, pero ahora lo que siente es cierta curiosidad.—¿Es tu novio?—Sí, mamá.Es mi novio.Del que os hablé ayer.Paula se quita el pantalón de la pijama y se pone unos vaqueros azul oscuro.—Pues es muy guapo.No tienes mal gusto.La chica suelta otra carcajada.Está nerviosa.Pero que su madre haya dado el visto bueno a Ángel, al menos físicamente, le ayudad a rebajar la tensión que conlleva aquella desconcertante situación.—Gracias.¿Te parece guapo, entonces?—Tiene unos ojos castaños preciosos.Son enormes.Paula sonríe.Lanza la parte de arriba del pijama sobre la cama y se pone una camiseta roja de botones.¿"Ojos castaños preciosos"?—Perdona mamá, pero no te has fijado bien: Ángel tiene los ojos azules, muy azules, además.—¿Azules? ¡Qué va! Me he fijado perfectamente.Son marrones, pero muy llamativos.Pero lo que más me gusta de él es su preciosa sonrisa.—Estás equivocada, son azules.¿Cómo no voy a saber yo el color de ojos de mi…?"¿Una sonrisa preciosa? ¡Joder, no! No pude ser.¿Ojos marrones muy llamativos? Joder, joder, joder.¡Joder!" Paula palidece y se sienta en la cama.—¿Qué te pasa? ¿Te has mareado?—No, mamá.Estoy bien.No te preocupes.—¿Seguro?—Que sí, que pesada.—Bueno, bueno.Pues baja rápido, que imagino que tu padre estará sometiendo a ese chico al tercer grado.Pobre muchacho.—Ahora mismo bajo.—Vale, pero abróchate un poco, que se te ve hasta el ombligo.La chica mira hacia abajo y comprueba como sobresale parte del sujetador negro y rosa que lleva puesto.Murmura quejosa y se abrocha dos de los botones de la camiseta.—¿Contenta?—Sí, mucho mejor —afirma la madre satisfecha —.No tardes mucho.Mercedes abandona sonriente el dormitorio.No está nada mal su yerno, el periodista.Además, a pesar de que es bastante mayor que su hija, no aparenta tener veintidós años.Paula sigue blanca.Si no podía creerse que Ángel fuera a verla a esas horas de la noche a su propia casa, que el que haya ido a visitarla sea Álex no hay formas de calificarlo ni de comprenderlo.Podría saltar por la ventana y huir lejos, muy lejos.O fingir un desmayo.O simplemente no bajar y esperar que su padre lo eche de casa.¿Por qué le pasan a ella estas cosas?En el salón de la casa de Paula, esa fría noche de marzo.—Así, que eres periodista —inquiere Paco con un tono muy poco amable.—No, señor.Intento ser escritor —responde Álex, que acaba de sentarse, obligado por aquel hombre que lo mira con ojos asesinos.—Ah.Escritor.Bien.¡Escritor! ¡Menudo muerto de hambre! Ni siquiera es periodista como les dijo Paula.Un simple y vulgar cuanta cuentos.¡Ah, no! ¡Ni eso! ¡Aspirante a cuenta cuentos! ¿Y quiere mantener de esa forma a su hija?—Aunque también soy músico.—Ah.Músico.Bien.¿Y qué tocas?—El saxofón.—Kenny.Kenny G.—¿Y qué ha dicho? Kennny G.Álex no quiere discutir con aquel hombre.Bastante es que se haya presentado en su casa a esas horas de la noche queriendo hablar con su hija como para llevarle la contraria.Además, esos ojos brillantes inyectados en sangre le infunden mucho respeto.Quizá con una broma mejore el ambiente.—Y también como Lisa Simpson.El chico ríe tímidamente de lo que ha dicho, pero Paco no entiende la broma.En su vida ha visto los Simpson.Sin embargo esboza una sonrisilla breve y desganada.—¿Y qué intenciones tiene con mi hija?—¿Intenciones? Hablar.Ya se lo he dicho antes.Tengo que darle una cosa importante.—Ya, ya lo sé.¡Menudo coñazo de tío! Mira que ha insistido.¡Qué pesado! Hay que reconocer que el topo es guapillo.Pero es un plomo.Su hija se merece algo mejor.—Pues eso.Sólo quiero hablar con Paula.—Ya.Y, si fuera por él, desvirgarla en su propio cuarto.Con sus padres abajo oyendo.¡Qué cara más dura!—¿Y cómo te llamas?—Álex.—¿Álex?—Sí, Álex.De Alejandro.—Hasta ahí llego.Pero, ¿no te llamas Ángel?—No, señor.Mi nombre es Álex, no Ángel.Paco no entiende nada.Debió de entender mal a su hija cuando les dijo el nombre del presunto novio.En ese instante, Mercedes baja por la escalara y se sienta al lado de su marido.Sonríe al chico y este le devuelve el gesto.Qué guapo y qué maravillosa sonrisa… Pero, ¿cómo puede decir Paula que tiene los ojos azules si son castaña claro? ¿Lentillas? Esmuy raro.Algunas personas que tienen los ojos marrones suelen utilizar lentillas azules o verdes para resaltar, pero nunca había visto a nadie con los ojos claros que se pusiera lentillas de otro color.—Ya baja —susurra la mujer.Un nuevo intercambio de sonrisas entre el invitado y Mercedes.Y sin que dé tiempo a más, el ruido de una puerta que se cierra y el posterior de unos pasos en la planta de arriba anuncia que la espera de Álex llega a su fin [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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