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.—¡Chis! —dijo Una con el índice levantado, extasiada.El Pretencioso Jerome, un pezón con piercing claramente visible a través de la camiseta negra con apariencia de estar mojada, se encontraba en pie ante la colección de vajilla de vidrio tallado, vociferando con tono agresivo: «Observo sus nalgas duras, huesudas y excitantes.Observo, deseo, agarro», ante un semicírculo de consternadas mujeres con traje-sastre-de-Jaeger del Club de Lectores de las comidas del Instituto Nacional de Salvamento Marítimo sentadas en reproducciones de sillas de comedor Regency.Al otro extremo de la estancia vi a la madre de Mark Darcy, Elaine, con una contenida expresión de diversión.—Deseo —seguía gritando Jerome—.Agarro sus nalgas excitantes y peludas.Tengo que poseer.Empujo, corcoveo, folio.—¡Bueno! ¡Creo que esto ha sido absolutamente fantástico! —dijo mamá poniéndose en pie de un salto—.¿A alguien le apetece un vol-au-vent.Es sorprendente cómo el mundo de las mujeres de clase media consigue suavizarlo todo, convirtiendo todo el caos y la complicación del mundo en un seguro y acogedor arrullo materno, algo así como el limpiador del inodoro, que hace que todas las cosas del lavabo se vuelvan rosas.—¡Oh, adoro la palabra, el lenguaje, tanto hablado como escrito! ¡Hace que me sienta tan libre! —le estaba diciendo Una en pleno éxtasis a Elaine mientras Penny Husbands-Bosworth y Mavis Enderbury hacían aspavientos alrededor del Pretencioso Jerome como si de T.S.Eliot se tratara.—Pero si no había acabado —se quejó Jerome—.Quería leer «Ensueños anales» y «Los hombres con el culo hueco».Justo entonces se oyó un bramido:—«Si puedes mantener la cabeza cuando todos a tu alrededor/la están perdiendo y culpándote de ello.»Eran papá y el almirante Darcy.Ambos como una cuba.Oh Dios.Últimamente, cada vez que veo a papá parece estar completamente borracho, como si se hubiese producido un extraño cambio de papeles padre-hija.—«Si puedes confiar en ti mismo cuando todos los hombres dudan de ti» —gritó el almirante Darcy subiéndose de un salto a una silla, para gran conmoción de las damas reunidas.—«Y permitir además que así lo hagan» —añadió papá casi llorando, apoyándose en el almirante.El borracho dúo procedió a recitar todo el «If» de Rudyard Kipling como si fueran sir Laurence Olivier y John Gielgud, ante la furia de mamá y del Pretencioso Jerome, que empezaron a lanzar siseos simultáneamente como acometidos por algún extraño ataque.—Es típico, típico, típico —siseó mamá mientras el almirante Darcy, de rodillas y golpeándose el pecho, declamaba:—«O cuando te mientan, no dar pábulo a las mentiras.»—Es retrógrado, ramplones versos colonialistas —siseó Jerome.—«Si puedes forzar tu corazón, y tu valor y vigor.»—Quiero decir que, joder, además rima —volvió a sisear Jerome.—Jerome, no permitiré esa palabrota en mi casa —volvió a sisear mamá por su parte.—«Para cuando llegue tu hora mucho después de que ellos se hayan ido» —dijo papá, y se echó en la alfombra fingiendo estar muerto.—Bueno, entonces ¿por qué me has invitado? —dijo Jerome con un siseo que ya era casi un silbido.—«Y ya no te queda si no la voluntad de resistir» —rugió el almirante.—«Excepto tu valor» —gruñó papá desde la alfombra—.«Que te dice» —se puso de rodillas y levantó los brazos—: «¡Resiste!»Hubo vítores y muchos aplausos por parte de las damas mientras Jerome salía enfadado dando un portazo y Tom se apresuraba a correr tras él.Volví a mirar desesperadamente a la habitación para encontrarme cara a cara con Mark Darcy.—¡Bueno! ¡Eso ha sido interesante! —dijo Elaine Darcy acercándose a mi lado mientras yo inclinaba la cabeza, intentando recuperar la compostura—.La poesía uniendo a viejos y jóvenes.—Borrachos y sobrios —añadí.Entonces el almirante Darcy se tambaleó hacia adelante, aferrado a su poema.—¡Mi amor, mi amor, cariño mío! —dijo abalanzándose sobre Elaine—.Oh, aquí está como-se-llame —añadió mirándome—.¡Encantador! ¡Ha llegado Mark, ése es mi chico! Viene a recogernos, sobrio como un juez.Solo.¡Yo no sé! —dijo.Los dos se dieron la vuelta para mirar a Mark, que estaba sentado a la mesa auxiliar con forma de antigua moneda de tres peniques de Una, escribiendo algo bajo la atenta mirada de un delfín de cristal azul.—¡Escribiendo mi testamento en una fiesta! Yo no sé.¡Trabajo, trabajo, trabajo! —gruñó el almirante—.Se ha traído a esa tía buena, ¿cómo se llamaba, amor mío?, ¿Rachel?, ¿Betty?—Rebecca —dijo Elaine ásperamente.—Pero ahora resulta que ya no se la ve por ninguna parte.¡Pregúntale qué ha ocurrido con ella, y él estámusitando! ¡No soporto a la gente que musita! Nunca he podido.—Bueno, no creo que ella fuese realmente.—murmuró Elaine.—¿Por qué no? ¿Por qué no? ¡Perfectamente adecuada! ¡Yo no sé! ¡Preocupándose por esto, aquello y lo de más allá! ¡Espero que vosotras las damas jóvenes no estéis siempre de flor en flor como parecen estar haciendo estos jóvenes!—No —dije con tristeza—.De hecho, si queremos a alguien, es bastante duro sacárnoslo de la cabeza cuando se larga.Se produjo un estruendo detrás de nosotros.Me di la vuelta para ver que Mark Darcy había tirado el delfín de cristal azul que, a su vez, había hecho caer un jarrón con crisantemos y un marco para fotografías, creando una melé de cristales rotos, flores y trozos de papel, mientras que el espantoso delfín en cuestión había quedado milagrosamente intacto.En medio de una gran conmoción, mamá, Elaine y el almirante Darcy fueron corriendo hasta allí, el almirante dando vueltas a grandes zancadas y gritando, papá intentando hacer rebotar el delfín contra el suelo mientras decía: «Deshazte de esa maldita cosa» y Mark cogiendo sus papeles y ofreciéndose a pagar por todo aquello.—¿Estás listo para que nos marchemos, papá? —murmuró Mark, que parecía profundamente molesto.—No, no, cuando tú quieras, yo he estado en muy buena compañía con Brenda.Tráeme otro oporto, ¿quieres, hijo?Hubo una extraña pausa durante la cual Mark y yo nos miramos.—Hola, Bridget —dijo Mark de pronto—.Venga, papá, de veras creo que deberíamos irnos.—Sí, ven, Malcolm —dijo Elaine cogiéndole cariñosamente del brazo—.O acabarás meando en la alfombra.—Oh, meando, meando, yo no sé.Se despidieron los tres, Mark y Elaine ayudando a salir al almirante por la puerta.Les observé, sintiéndome vacía y abatida, y entonces, de repente, Mark volvió a aparecer y se dirigió hacia mí.—Ah, olvidaba la pluma —dijo, cogiendo su Mont Blanc de la mesa auxiliar—.¿Cuándo te vas a Tailandia?—Mañana por la mañana.—Por una décima de segundo habría jurado que él parecía contrariado—.¿Cómo sabías que me iba a Tailandia?—En Grafton Underwood no se habla de otra cosa.¿Has hecho ya las maletas?—¿Tú qué crees?—Ni unas bragas —dijo con ironía.—Mark —aulló su padre—.Venga, chico, pensaba que eras tú quien quería marcharse.—Ya voy —dijo Mark, mirando por encima del hombro—.Esto es para ti.—Me entregó un trozo de papel hecho una bolita, me lanzó una.ejem.penetrante mirada y se fue.Esperé a que nadie mirase y entonces abrí el papel con manos temblorosas.Sólo era una copia del poema de papá y el almirante Darcy.¿Por qué me había dado eso?sábado 2 de agosto58 Kg.(jo, fracaso total de la dieta prevacaciones), 5 unidades de alcohol, 42 cigarrillos, 4.457 calorías (desesperación total), cosas metidas en la maleta: O, 6 ideas acerca de dónde puede estar el pasaporte, ideas acerca del paradero del pasaporte que han demostrado tener algún tipo de solidez: 0.5 a.m [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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