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.Dentro y fuera.Luz, oscuridad, y luz otra vez.Se arrodilló alguien a mi lado.Me auscultaron unas manos competentes.¿Burrich? No.Ése era un sueño del pasado.Este hombre tenía los ojos azules y el acento nasal propio de Lumbrales.—Está perdiendo mucha sangre, rey Regio.Pero podemos arreglar eso.—Alguien me apretó la frente.Una copa de vino, apoyada en mis labios agrietados, se vertió en mi boca.Me atraganté—.Veis, está vivo.Yo lo dejaría por hoy, majestad.No creo que pueda contestar más preguntas antes de mañana.Se desmayará.Una opinión serena, profesional.Quien quiera que fuese volvió a tenderme en el suelo y se marchó.Me sobrecogió un espasmo.Se aproximaba un ataque.Menos mal que Will se había ido.No creía que pudiera mantener mis defensas activas en medio de un ataque.—Ah, sacadlo de aquí.—Regio, decepcionado y disgustado—.Lo único que he conseguido hoy es perder el tiempo.Las patas de su silla rascaron el suelo cuando se incorporó.Oí el sonido de sus botas contra la piedra mientras abandonaba la estancia.Alguien me agarró por la pechera de mi camisa y me puso en pie de un tirón.Ni siquiera pude gritar de dolor.—Estúpido montón de mierda —me gruñó—.Será mejor que no te mueras.No estoy dispuesto a que me azoten por tu culpa.—Menuda amenaza, Verde —se burló alguien—.¿Qué piensas hacer con él cuando esté muerto?—Cierra el pico.A ti te desollarán vivo lo mismo que a mí.Ayúdame a sacarlo de aquí y limpiemos esto.La celda.Su pared desnuda.Me habían tirado en el suelo, de espaldas a la puerta.De alguna manera eso me pareció injusto por su parte.Tendría que hacer el esfuerzo de darme la vuelta solo para ver si habían dejado algo de agua.No.Demasiado complicado.¿Vienes ahora?De verdad que me gustaría, Ojos de Noche.Pero no sé cómo.Cambiador.¡Cambiador! ¡Hermano! Cambiador.¿Qué dices?Has estado callado tanto tiempo.¿Vienes ahora?¿He estado.callado?Sí.Pensaba que te habrías muerto, sin venir antes conmigo.No podía llegar hasta ti.Sería un ataque.No sé si lo he tenido.Pero ahora estoy aquí, Ojos de Noche.Estoy aquí.Pues ven conmigo.Date prisa, antes de que te mueras.Un momento.Tenemos que estar seguros de esto.Intenté pensar en una razón para no hacerlo.Sabía que había algunas, pero ya no podía recordarlas.Cambiador, me había llamado.Mi propio lobo, llamándome eso, igual que el bufón o Chade me llamaban catalizador.Bueno.Había llegado el momento de cambiar las cosas para Regio.Lo último que podía hacer era asegurarme de morir antes de que Regio consiguiera doblegarme.Si tenía que caer, lo haría solo.Ninguna de mis palabras implicaría a nadie más.Esperaba que los duques exigieran ver mi cuerpo.Tardé mucho rato en trasladar mi brazo del suelo a mi pecho.Tenía los labios agrietados e hinchados, me dolían los dientes en las encías.Pero me acerqué el puño de la camisa a mi boca y encontré el diminuto bulto de la ampolla dentro de la tela.Lo mordí con toda la fuerza que pude y chupé.El sabor del llévame me llenó la boca después de un momento.No era desagradable.Fuerte.Cuando la hierba mitigó el dolor de mi boca pude masticar mi manga con más ahínco.Como un idiota, procuré tener cuidado con la púa de puercoespín.No quería clavarme una espina en el labio.Eso duele mucho.Lo sé, Ojos de Noche.Ven conmigo.Eso intento.Dame un momento.¿Cómo deja atrás uno su cuerpo? Procuré ignorarlo, percibir mi cuerpo sólo como Ojos de Noche.Olfato agudo.Tendido de costado, royendo meticulosamente un trozo de nieve incrustado entre los dedos de mi pata trasera.Percibí el sabor de la nieve y el de mi garra mientras mordisqueaba y lo derretía con la lengua.Levanté la cabeza.Anochecía.Pronto sería un buen momento para cazar.Me levanté y me sacudí de pies a cabeza.Eso es, me alentó Ojos de Noche.Pero aún seguía allí aquel hilo, esa minúscula conciencia de un cuerpo envarado y dolorido sobre un frío suelo de piedra.El mero hecho de pensar en él lo volvía más real.Lo recorrió un escalofrío, estremeciéndole los huesos y los dientes.Se aproximaba un ataque.Uno grande esta vez.De pronto todo era tan sencillo.Una elección tan fácil.Dejar ese cuerpo por éste.De todos modos, ya no funcionaba demasiado bien.Estaba enjaulado.No tenía sentido conservarlo.No tenía ningún sentido seguir siendo un hombre.Estoy aquí.Lo sé.Salgamos a cazar.Y eso hicimos.Días de LoboEl ejercicio para encontrar el equilibrio es sencillo.Deja de pensar en lo que te propones hacer.Deja de pensar en lo que acabas de hacer.Ahora, deja de pensar que has dejado de pensar en esas cosas.Entonces encontrarás el Ahora, el momento que se extiende eternamente, el único momento que verdaderamente existe.Así, en ese lugar, por fin tendrás tiempo para ser tú mismo.Cuando uno se limita a cazar, comer y dormir, la vida se convierte en algo limpio.Al final, nadie necesita nada más.Corríamos solos, nosotros, el Lobo, y no nos faltaba de nada.No extrañábamos el venado cuando se nos presentaba un conejo ni envidiábamos a los cuervos que acudían para picotear nuestros despojos.A veces recordábamos otro tiempo y otras costumbres.En esos momentos, nos preguntábamos qué habían tenido de importante.No matábamos lo que no nos pudiéramos comer ni comíamos lo que no pudiéramos matar [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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