[ Pobierz całość w formacie PDF ]
.¿Sabe Sam que…?—No.Yo nací en el condado de Ford, Mississippi, en una ciudad llamada Clanton, no en Memphis.Siempre me dijeron que había nacido en Memphis.Mi primer nombre fue Alan Cayhall, pero no lo supe hasta mucho más adelante.Tenía tres años cuando nos marchamos de Mississippi y mis padres nunca hablaban de aquel lugar.Mi madre está convencida de que no hubo contacto alguno entre Eddie y Sam desde el día en que nos marchamos, hasta que ella le escribió a la cárcel para comunicarle la defunción de su hijo.No respondió.—Maldita sea, maldita sea —farfulló Goodman para sus adentros.—Hay mucho que contar, señor Goodman.Somos una familia bastante nauseabunda.—No es culpa suya.—Según mi madre, el padre de Sam era un miembro activo del Klan, que participaba en linchamientos y cosas por el estilo.De modo que procedo de una estirpe bastante enfermiza.—Su padre era diferente.—Mi padre se suicidó.Le ahorraré los detalles, pero yo descubrí su cuerpo y limpié la porquería antes de que mi madre y mi hermana llegaran a casa.—¿Y tenía entonces diecisiete años?—Casi diecisiete.Ocurrió en mil novecientos ochenta y uno.Hace nueve años.Después de que mi tía, la hermana de Eddie, me contara la verdad, empezó a fascinarme la sórdida historia de Sam Cayhall.He pasado muchas horas en bibliotecas buscando periódicos antiguos y artículos en las revistas; hay bastante material.He leído las transcripciones de los tres juicios.En la facultad empecé a estudiar la representación de este bufete de Sam Cayhall.Usted y Wallace Tyner han hecho un trabajo ejemplar.—Me alegra que esté de acuerdo.—He leído centenares de libros y millares de artículos sobre la octava enmienda y la litigación acerca de la pena capital.Usted ha escrito cuatro libros, si no me equivoco.Y numerosos artículos.Sé que no soy más que un novato, pero mi investigación ha sido impecable.—¿Y cree que Sam confiará en usted como abogado?—No lo sé.Pero es mi abuelo, le guste o no, y debo verle.—¿No ha habido ningún contacto…?—Ninguno.Yo tenía tres años cuando nos marchamos y, evidentemente, no le recuerdo.He empezado a escribirle un millar de veces, pero nunca he acabado la carta.No sé por qué.—Es comprensible.—Nada es comprensible, señor Goodman.No comprendo cómo o por qué estoy en su despacho en este momento.Siempre había querido ser piloto, pero estudié Derecho porque sentía una vaga necesidad de ayudar a la sociedad.Alguien me necesitaba y supongo que ese alguien era el demente de mi abuelo.Me ofrecieron cuatro empleos y elegí este bufete porque había tenido las agallas de representarle gratuitamente.—Debió habérselo contado a alguien antes de que le contratáramos.—Lo sé.Pero nadie me preguntó si mi abuelo era cliente del bufete.—Debió haber dicho algo.—¿No irán a despedirme?—Lo dudo.¿Dónde ha estado durante los últimos nueve meses?—Aquí, trabajando noventa horas semanales, durmiendo en mi escritorio, comiendo en la biblioteca, estudiando cuando podía para el examen de colegiatura, ya sabe, el campo de trabajo habitual que ustedes organizan para los nuevos reclutas.—Una bobada, ¿no le parece?—Puedo resistirlo —respondió Adam mientras abría una rendija en la persiana para ver mejor el lago.Goodman le observaba.—¿Por qué no abre estas persianas? —preguntó Adam—.Tiene una vista magnífica.—Ya la he visto.—Haría cualquier cosa por tener una vista como ésta.Mi diminuto cubículo está a un kilómetro de la ventana más cercana.—Trabaje mucho, facture todavía más, y algún día todo esto será suyo.—No es para mí.—¿Piensa abandonarnos, señor Hall?—Probablemente, algún día.Pero éste es otro secreto, ¿de acuerdo? Pienso trabajar duro un par de años y luego cambiar de rumbo.Tal vez abriré mi propio despacho, donde el reloj no determine el ritmo de la vida.Quiero hacer trabajo de interés público, ¿comprende?, más o menos como usted.—De modo que después de nueve meses ya está desilusionado con Kravitz Bane.—No.Pero lo intuyo.No quiero pasarme la vida defendiendo a delincuentes adinerados y corporaciones de dudoso proceder.—Entonces está definitivamente en el lugar equivocado.Adam se alejó de la ventana y se acercó al escritorio.—Estoy en el lugar equivocado y quiero que me trasladen —dijo con la mirada fija en Goodman—.Wycoff está de acuerdo en mandarme a nuestra pequeña agencia de Memphis durante unos meses, para que pueda trabajar en el caso de Cayhall.Una especie de permiso sabático con paga íntegra, por supuesto.—¿Algo más?—Esto es todo.Funcionará.Aquí no soy más que un simple recluta, perfectamente prescindible.Nadie me echará de menos.Maldita sea, no escasean los desaprensivos que aspiran a trabajar dieciocho horas diarias y facturar veinte.A Goodman se le relajaron las facciones y se dibujó una cálida sonrisa en su rostro.Movió la cabeza como si estuviera impresionado.—Usted lo tenía todo previsto, ¿no es cierto? Me refiero a que eligió este bufete porque representaba a Sam Cayhall y porque tiene una sucursal en Memphis.Adam asintió sin sonreír.—Mi plan ha funcionado.No sabía cómo o cuándo llegaría este momento.Nadie sabía que Cayhall iba a prescindir de nuestros servicios, pero sí, efectivamente, lo había más o menos proyectado.No me pregunte lo que ocurrirá en adelante.—En tres meses, a lo sumo, estará muerto.—Pero tengo que hacer algo, señor Goodman.Si este bufete no me permite que me ocupe del caso, probablemente tendré que dimitir e intentarlo por mi cuenta.Goodman movió la cabeza y se incorporó de un brinco.—No haga eso, señor Hall.Encontraremos una solución.Tendré que proponérselo a Dan Rosen, el director gerente.Creo que estará de acuerdo.—Tiene muy mala reputación.—Bien merecida.Pero yo puedo hablar con él.—Lo aceptará si usted y Wycoff lo recomiendan, ¿no es cierto?—Por supuesto.¿Tiene hambre? —preguntó Goodman, mientras cogía su chaqueta.—Un poco.—Vamos a comernos un bocadillo.Todavía no había llegado la muchedumbre del mediodía al bar de la esquina.El socio y el recluta se instalaron en una pequeña mesa junto a la ventana, contemplando la acera.El tráfico era lento y, a escasos metros, circulaban apresuradamente centenares de peatones.El camarero trajo un grasiento reuben para Goodman y un plato de sopa de pollo para Adam.—¿Cuántos presos hay en Mississippi condenados a muerte? —preguntó Goodman.—Cuarenta y ocho, según las cifras del mes pasado.Veinticinco negros y veintitrés blancos.La última ejecución, la de Willie Parris, tuvo lugar hace dos años.Sam Cayhall será probablemente el próximo, a no ser que se produzca un pequeño milagro.Goodman dio un enorme mordisco y se puso a masticar.—Yo diría un gran milagro —dijo, después de secarse los labios con una servilleta de papel—.No queda mucho que hacer legalmente.—La colección habitual de últimos recursos.—Dejemos la estrategia para más adelante.Supongo que nunca ha estado en Parchman.—No.Desde que descubrí la verdad he sentido la tentación de regresar a Mississippi, pero aún no lo he hecho.—Es una granja enorme en medio del delta del Mississippi, no lejos de Greenville.Unas siete mil hectáreas.Probablemente el lugar más caluroso del mundo.Está junto a la nacional cuarenta y nueve, como uno de los pequeños poblados del oeste.Muchas casas y edificios.Toda la parte frontal es administrativa y no tiene ninguna verja a su alrededor.Hay unos treinta campos repartidos por la granja, cada uno con su correspondiente verja y sistemas de seguridad.Son independientes y distan entre sí varios kilómetros.Se pasa en coche frente a alguno de ellos, lleno de centenares de presos que no hacen nada.Su ropa es de distintos colores, según su clasificación [ Pobierz całość w formacie PDF ]
|
Odnośniki
|