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.Pero el monstruo volvió a llamarle por aquel nombre.—¿Me oyes, Decker? —dijo.«Pedazo de bastardo —pensó la máscara—.Especie de engendro, aborto hijo de perra.»Apuntó con la pistola hacia su corazón.Había terminado de exhalar sus transformaciones y se erguía frente a su enemigo entero, si una cosa nacida del cuchillo de un carnicero podía llamarse entera.Infantado por una loba y un payaso, era ridículo.No habría bendición para aquél, decidió la máscara.Sólo el escupitajo de aquella cabeza híbrida cuando estuviera muerto en el suelo.Sin pensar más, disparó.La bala abrió un agujero en el centro de la camiseta de Boone y en la cambiante carne que había debajo, pero la criatura sólo hizo una mueca.—Ya lo intentaste otra vez, Decker —dijo Boone—.¿No has aprendido aún?—No soy Decker —replicó la máscara y volvió a disparar.Otro agujero se abrió bajo el primero, pero no salió sangre de ninguno de los dos.Boone había empezado a avanzar hacia el arma.No iba de prisa, sino con paso firme que la máscara reconoció como su propio paso de ejecutor.Podía oler la suciedad de la bestia, incluso a través de la sábana que cubría su rostro.Era dulce y amarga y le enfermaba el estómago.—Estate quieto —le dijo el monstruo.—Así será más rápido.El paso copiado del suyo ya era bastante insultante, pero oír la pureza de sus propias palabras en aquella garganta antinatural desazonó a la máscara.Gimió tras la tela y apuntó con la pistola a la boca de Boone.Pero antes de que pudiera disparar contra la ofensiva lengua de Boone, unas abultadas manos le alcanzaron y sujetaron el arma.Mientras se la arrancaba, la máscara apretó el gatillo disparando a la mano de Boone.Las balas le arrancaron el dedo pequeño.La expresión de su rostro se oscureció con disgusto.Separó el arma de las manos de la máscara y la arrojó lejos.Luego alcanzó a su mutilador y lo acercó a él.Enfrentado a una destrucción inminente, la máscara se separó de quien la llevaba.El viejo Cara de Botón no creía que pudiese morir.Decker sí.Sus dientes castañeteaban contra la jaula que los encerraba mientras él empezaba a suplicar.—Boone.no sabes lo que estás haciendo.Sintió cómo la máscara se tensaba en su cabeza furiosa de su cobardía, pero él habló, intentando recobrar aquel tono sereno que utilizara una vez con aquel hombre.—Estás enfermo, Boone.«No supliques —oyó decir a la máscara—, no te atrevas a suplicar.»—¿Y tú podrás curarme? —dijo el monstruo.—Claro que sí —contestó Decker—.Desde luego.Sólo tienes que darme un poco de tiempo.La mano herida de Boone agarró la máscara.—¿Por qué te escondes detrás de esta cosa? —le preguntó.—Me obliga a ocultarme.Yo no quiero, pero ella me obliga.La furia de la máscara no tenía límites.Chillaba en la mano de Boone, oyendo cómo él traicionaba a su maestro.Si sobrevivía a aquella noche, le exigiría la compensación más vil por sus mentiras.Él pagaría alegremente, mañana.Pero ahora tenía que vengar a la bestia para vivir más.—Debes sentir lo mismo qué yo —dijo—.Debajo de esa piel que tienes que llevar.—¿Lo mismo? —dijo Boone.—Atrapado.Obligado a derramar sangre.Tú no quieres derramar sangre y yo tampoco.—No entiendes —dijo Boone—.No estoy detrás de esta cara.Yo soy esta cara.Decker negó con la cabeza.—No lo creo.Creo que en alguna parte, todavía eres Boone.—Boone está muerto.Boone fue derribado a tiros frente a ti.¿Te acuerdas? Tú mismo le disparaste.—Pero sobreviviste.—Vivo no.El corpachón de Decker estaba temblando, pero ahora dejó de temblar.Todos sus músculos se tensaron, como si se aclarasen todos los misterios.—Tú me llevaste a manos de los monstruos, Decker.Y me he convertido en uno de ellos.No monstruos de tu especie.No monstruos sin alma —se acercó mucho a Decker, con el rostro a unos pocos centímetros de la máscara—.Estoy muerto, Decker.Tus balas no me hacen daño.Llevo a Midian en mis venas.Eso significa que me curo a mí mismo una y otra vez.Pero tú.La mano que agarraba la máscara arrugó la tela.—Tú, Decker., cuando mueras, morirás.Y quiero ver tu cara mientras eso ocurre.Boone tiró de la máscara.Estaba muy bien sujeta y no cedió.Tuvo que clavar sus garras para rasgarla y abrirla descubriendo los sudorosos rasgos que había debajo.¿Cuántas horas había pasado mirando aquel rostro, dependiendo de cada destello de aprobación suya? Tanto tiempo perdido.Aquélla era la verdadera condición del doctor: perdido, débil y sollozante.—Tenía miedo —dijo Decker—.Entiendes eso, ¿verdad? Iban a encontrarme y castigarme.Necesitaba culpar a alguien—Elegiste al hombre equivocado.— ¿Hombre? —dijo una voz suave desde la oscuridad—.¿Puedes llamarte a ti mismo hombre?Boone corrigió:—Monstruo.Siguieron risas.Luego:—¿Vas a matarle o no?Boone apartó la vista de Decker hacia el que hablaba, acuclillado sobre una tumba.Su rostro era una masa de tejido desgarrado.—¿Se acuerda él de mí? —le preguntó aquel hombre a Boone.—No sé.¿Te acuerdas? —le preguntó Boone a Decker—.Se llama Narcisse.Decker lo miró.—Otro de la tribu de Midian —dijo Boone.—No estaba seguro de pertenecer a ella —musitó Narcisse—.Hasta que me quité las balas de la cara.Seguía pensando que era un sueño.—Asustado —dijo Boone.—Lo estaba.Ya sabes lo que hacen las balas a los hombres naturales.Boone asintió.—Mátalo —dijo Narcisse—.Cómete sus ojos o lo haré yo por ti.—Espera a que le haga confesar.—Confesar —dijo Decker y sus ojos se abrieron más ante la posibilidad de un aplazamiento—.Si eso es lo que quieres, dilo [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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