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.Con la perra en sus brazos se fue la vieja a casa de la honesta dama y recibida allí, como en todas partes, con la veneración debida a una santa mujer, contó, respondiendo a las naturales preguntas de curiosidad, la más estrafalaria historia sobre las lágrimas del animalito.Después de hacerse rogar un poco, acabó por confesar que la perrita era, en realidad su propia hija, cuya rígida virtud había causado la muerte de un joven galán perdidamente enamorado.Su metamorfosis en perra fue el castigo de Dios por su crueldad y sus lágrimas constantes eran signo de la pena que le causaba su miserable condición.Lloró también la vieja al contar esa mal intencionada mentira, y aterrorizada la dama por el parentesco de su propio caso con el que acababan de contarle explicó a la proxeneta la existencia del pretendiente juvenil que se consumía de amor por ella.¿No sería terrible desgracia —dijo muy compungida la vieja— que ella quedara también convertida en perra? Para evitar que tal cosa ocurriera la dama decidió dar satisfacción a los deseos nefandos de su adorador y, con la protección y ayuda de la santa celestina, consumó dulcemente el sacrilego adulterio.Le envidio todavía a Schildknapp su iniciativa de dar lectura de esta historia a Adrián en la sala del abad y me consuelo pensando que de haber sido la iniciativa mía el efecto no hubiese sido quizás el mismo.Su colaboración en la futura obra no pasó de aquí.Cuando llegó el momento de escribir el diálogo de las diversas escenas, Rüdiger se rehusó, según su costumbre, pretextando su mucho trabajo, y Adrián, sin guardarle rencor por ello, se ocupó él mismo de la confabulación del argumento y de la redacción de los textos, hasta que al volver yo del frente me encargué de dar al libreto, en prosa y versos asonantados, su forma definitiva.Los cantantes que habían de prestar su voz a los títeres habían de colocarse entre los instrumentos de una orquesta que Adrián había dejado reducida a proporciones esqueléticas: violín y contrabajo, clarinete, fagot, trompeta y trombón, timbales y un juego de campanas.Con misión semejante a la del testigo de los oratorios, un recitador estaba encargado de explicar y concentrar la acción.Esta forma irregular resultó particularmente apta para dar realce al quinto y principal episodio de la obra, en el curso del cual se relata la historia del «Nacimiento del Santo Padre Gregorio», cuyos pecadores orígenes y demás espantosas aventuras de su vida, lejos de ser un obstáculo para su final elevación al Vicariato de Cristo, se convierten, al contrario, por maravillosa gracia de Dios, en las condiciones necesarias de su exaltación.Muy larga es la cadena de los sucedidos y vericuetos de esta historia.Pasaré sin entretenerme en contar mayores detalles sobre el caso de los dos hermanos de sangre real y de distinto sexo, sobre el amor desmedido e irrefrenable del hermano por la hermana, a consecuencia del cual viene al mundo un muchacho de excepcional hermosura.En torno de ese fruto incestuoso gira toda la historia.Mientras el padre, busca la remisión de su pecado en una cruzada a Tierra Santa y allí encuentra la muerte, marcha el hijo hacia los más inciertos destinos.Decidida a no permitir, por propia decisión, el bautizo del sacrilego retoño, la Reina encierra al niño, y su principesca cuna, más una tableta explicativa y el oro y la plata suficientes para asegurar su sustento, en un tonel confiado a las olas del mar.Así fue depositado el niño, «seis días festivos después», en la playa inmediata a un monasterio regido por un piadoso abad, el abad Gregorio, que al proceder inmediatamente al bautizo de la errante criatura le puso su propio nombre.La educación que más tarde recibió el muchacho, tan agraciado de cuerpo como dotado de excepcional inteligencia, dio los más felices resultados [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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