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.Estaba infestado de caimanes.Sonreí con amargura al recordar que en cierta ocasión otros habían tratado de eliminarme siguiendo el mismo procedimiento.Pero la pobre y difunta Patsy carecía de mis recursos cuando se hundió en la oscuridad.Su alma sin duda voló a la salvación total.Seguimos caminando a través de una multitud de aguerridos turistas.En la ciudad hacía un calor abrasador.La semana pasada, a esa misma hora, yo vagaba sin rumbo, desolado, sin compañía, y de pronto Quinn apareció en mi vida con una carta en el bolsillo, pidiéndome ayuda, y Stirling entró sigilosamente en mi piso, retándome a que descubriera su presencia, y al poco tiempo todo Blackwood Manor se había materializado a mi alrededor.Stirling se había convertido también en un actor en mi vida, tía Queen había desaparecido cruelmente la misma noche en que yo la había conocido, luego habíamos perdido también a nuestra amada Merrick, y yo me había visto irremediablemente atraído hacia la esfera de los Mayfair.¿Qué sentía? ¿Miedo?Vamos, Lestat.A mí puedes confesarme la verdad.Soy tú mismo, ¿recuerdas? Me sentía siniestra y apasionadamente excitado por la situación, y experimenté de nuevo un escalofrío al recordar la forma en que Rowan me había humillado con su apasionada indignación hacía sólo una hora.Y luego estaba Julien, que naturalmente no iba a aparecer en esos momentos: no iba a arriesgarse a que Quinn lo viera también.Lo busqué entre la multitud de transeúntes que habían salido a pasear al atardecer.¿Dónde estás, maldito cobarde, fantasma de pacotilla, condenado estúpido?Quinn volvió ligeramente la cabeza, sin detenerse.—¿Qué has dicho? Pensabas en Julien.—Te lo contaré más tarde —respondí, y lo dije en serio—.Antes querría preguntarte algo sobre la vez que viste el fantasma del tío Julien.—Adelante.—¿Qué vibraciones sentiste en lo más profundo de tu alma? ¿Es un fantasma bueno? ¿Un fantasma malo?—Humm, bueno, desde luego.Trató de advertirme que yo poseía los genes de los Mayfair.Quería proteger a Mona de mí, evitar que engendráramos una mutación espantosa, como ocurre de vez en cuando en la familia Mayfair.Yo diría que es un fantasma benigno.Te he contado toda la historia.—Sí, por supuesto —contesté—.Un fantasma benigno y una mutación espantosa.¿Te ha hablado Mona de esa mutación? ¿De la hija que perdió?—Querido jefe, ¿qué te ocurre?—Nada —respondí.No era el momento oportuno para contárselo…Por fin llegamos a mi casa.Los guardias nos saludaron amablemente con una inclinación de la cabeza.Yo les di una generosa propina.Aquellos hombres mortales, vestidos con camisas de manga larga, debían de estar asfixiados de calor.Cuando subimos por la escalera de hierro forjado oímos el chasquido de las teclas del ordenador.Luego el sonido grave de la impresora.Mona salió apresuradamente del dormitorio vestida con el mismo atuendo blanco que había lucido la noche anterior, sosteniendo una hoja.—Escuchad esto —dijo—: «Aunque esta experiencia es innegablemente perversa, por cuanto supone cazar a otros seres humanos, no cabe duda de que es una experiencia mística.» ¿Qué os parece? —¿Eso es todo cuanto has escrito? —pregunté—.No es más que un párrafo.Escribe algo más.—De acuerdo —respondió Mona.Regresó corriendo al dormitorio y volvimos a oírla teclear en el ordenador.Quinn la siguió con el equipaje.Me guiñó un ojo, sonriendo.Me dirigí a mi habitación, que estaba frente a la que ocupaban ellos, cerré la puerta, encendí la lámpara del techo, me quité la ropa con un gesto de intensa repugnancia, la arrojé al fondo de mi armario ropero, me puse un jersey marrón de algodón y cuello alto, unos pantalones negros, una chaqueta liviana de seda y lino negra con una trama muy visible, un par de zapatos negros sin estrenar que parecían una escultura moderna y, después de peinarme para quitarme el polvo del pelo, permanecí unos instantes inmóvil, envuelto en un silencio total.Luego me tumbé en la cama.Sobre mí había un dosel de raso acolchado y, debajo, una colcha de raso.La habitación estaba en penumbra [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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